Luis Montes, compañero y maestro, por Javier García-Conde Brú

                “Solo con libertad es posible la dignidad, y no hay libertad plena en la vida mientras su final permanezca secuestrado”.

                                                                            Luis Montes

                He tenido con Luis Montes y con su antecesor, en la Asociación Morir Dignamente, el filosofo Salvador Paniker, una relación profesional y sobre todo intelectual, acerca de todo lo que significa la comprensión de una muerte digna. Como oncólogo he visto y me han relatado, como muchos pacientes mueren, aun hoy, con un sufrimiento evitable. No es el momento de relatar las persecuciones que sufrió Luis por el Sr. Lamela, Consejero de Sanidad en la época de Esperanza Aguirre, con la finalidad de hacerle victima de un ataque a la medicina publica, a favor de la medicina privada, de la que consiguió importantes beneficios económicos, amparado por un hipócrita clericalismo y por esa cultivada ignorancia, que desde la enseñanza primaria, se desarrolla sobre la ética y  el final de la vida.

               Creo que es el momento de un reconocimiento hacia Luis Montes, fuera de las situaciones del conflicto que no obstante ocupan su lugar tanto en la conciencia como en la consciencia de muchas personas. Es un reconocimiento reciproco para superar las desigualdades ante la muerte que son las que derivan sobre todo de la dignidad y el respeto. Estos criterios son los que hacen de morir dignamente un derecho humano.

                 Luis Montes nos enseño la necesidad utilizar la libertad y también la responsabilidad en las decisiones de la vida y en el final de esta ante un tabú como el que significa la muerte en la sociedad actual. “La mejor muerte es la que uno mismo decide”. La muerte digna es la que respeta el principio kantiano de ser “fin en si mismo y no medio”. Este tabú procede por lo tanto de un chantaje educacional, cultural y moral.

                 Los cuidados paliativos son imprescindibles pero insuficientes y ausentes en muchas zonas de nuestro País, y diferentes en su concepción sobre la necesidad de elegir, en determinadas situaciones una muerte digna y despenalizada, mediante su modificación en el Código Penal. No hay que tener ninguna reserva para reflexionar sobre la aceptación de la supresión de tratamientos desproporcionados, el doble efecto de una medicación eficaz, la sedación terminal suprimiendo líquidos y alimentación cuando el enfermo no los acepta, el suicidio asistido y la eutanasia “buena muerte= eu y tanatos”. Todo ello con el consentimiento y con la petición del enfermo, expresado en sus voluntades anticipadas y en momentos determinantes en la toma de decisiones conscientes.

                Los seres humanos tenemos en nuestra naturaleza humana y en el desarrollo de nuestra inteligencia la necesidad de ser sociables para convivir. La empatía se ubica en las neuronas espejo del cerebro y también pueden tener una cierta relación con tres aspectos que seguro impulsaron las convicciones y los actos de Luis: la compasión, la solidaridad y la justicia. Estas capacidades desarrollan respectivamente, la percepción del sufrimiento, el apoyo de lo que sentimos como comunidad humana y la igualdad en dignidad como personas. Son criterios éticos desarrollados en la construcción del carácter de cada uno de nosotros en donde los valores, lejos de ser eslóganes se sitúan en el plano de esa  aplicación que significan los actos morales.

              Luis Montes murió bruscamente de un infarto de corazón con 69 años. Creo que no es la muerte que el hubiese elegido. Seguro que estabas preparado para morir dignamente. En tu recuerdo compañero y maestro, mi agradecimiento por lo que nos enseñaste y por tu amor y humanidad hacia los que sufren.

Javier Garcia-Conde Brú, Catedrático de Medicina, Master en Bioética UCM.